Susana Álvarez, portavoz de la plataforma Padres por la Libertad de Valladolid, rememora la figura de esta madre objetora fallecida hace un año al dar a luz a Álvaro, su séptimo hijo.
SUSANA ÁLVAREZ y REDACCIÓN HO.- El pasado miércoles hizo un año de la muerte de Lourdes Gil-Cepeda, al dar a luz a su séptimo hijo, Álvaro. Como su marido Pepe, que continúa desarrollando una encomiable labor, Lourdes era una de las fundadoras de la plataforma de familias objetoras Padres por la Libertad de Valladolid.
La portavoz de la entidad, Susana Álvarez firma este emocionado recuerdo.
Lourdes, ¡no te olvidamos!
"Lo que hemos querido, no se vuelve menos querido,
y lo que hemos perdido, no se vuelve menos doloroso con el transcurso del tiempo".(Félix Mendelson, compositor judío de origen alemán, S.XIX)
El 16 de septiembre se cumplió el primer aniversario del fallecimiento de Lourdes Gil-Cepeda, que murió en Valladolid, tras serle practicada una complicada cesárea mediante la cual nació su séptimo hijo, Álvaro. Lourdes tenía treinta y nueve años.
La existencia de Lourdes estuvo marcada por un acontecimiento trascendental, que dividió su vida en un antes y un después: el anuncio de la Buena Noticia (kerygma) de la muerte y resurrección de Jesucristo. La certeza de que el Hijo de Dios se dejó crucificar para mostrar a la humanidad entera cómo ama el Señor a todas sus criaturas, provocó en ella un profundo cambio de mentalidad.
A partir de aquel momento, ella y su novio, Pepe, sintieron claramente su vocación al matrimonio cristiano, planteado y vivido como sacramento mediante el cual el esposo y la esposa se convierten en "una sola carne" (Gen 2,24; Mt 19,5).
De este modo, Lourdes "encontró su propio bien asumiendo el proyecto que Dios tenía sobre ella para realizarlo plenamente" (Benedicto XVI, Carta enc. Caritas in veritate, 1).
Así vivió Lourdes su matrimonio, como íntima comunidad de vida y amor basada en la donación generosa de uno mismo, unida a la apertura a la vida. Esta donación no estaba exenta de dificultades, como lo demuestra aquella ocasión en la que Lourdes se dirigía a Dios rogándole que la ayudara "a no avergonzarse de ser ama de casa". A pesar de estos momentos de contrariedad, ella se sintió plenamente realizada como mujer, como esposa y como madre, respondiendo a la llamada que Dios le hacía a cooperar con Su poder creador en la concepción y educación de los hijos.
Querida Lourdes: gracias por tu optimismo, por tu valentía, por tu fe, por tu alegría. Gracias por testimoniar el "evangelio de la vida", ya que "en efecto, la madre acoge y lleva consigo a otro ser, le permite crecer en su seno (...).Así, la mujer percibe y enseña que las relaciones humanas son auténticas si se abren a la acogida de la otra persona(...). Ésta es la aportación fundamental que la Iglesia y la humanidad esperan de las mujeres" (Juan Pablo II, Carta enc. Evangelium vitae, 99).
Tú has sido una madre valiente. Tu sonrisa, esa imagen que Pepe eligió el día que te fuiste al cielo, para que todos te recordásemos, aporta un rayito de luz a estos momentos de penumbra y de tristeza, en los que parece que las madres van a tener derecho a que sus hijos no nazcan, van a tener derecho a no conocerlos, a no oírles nunca reír.... Ese rayito de luz es como una lámpara, que "no se enciende (....) para ponerla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero, y que alumbre a todos los de la casa" (Mt 5,15).
Susana Álvarez.
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