31/8/09

INSTRUCCIONES DE USO PARA VIVIR EN SOCIEDAD

DIARIO LA VERDAD 24-08-09

Por Elena Dominguez. Periodista

Según datos facilitados por La Fiscalía Superior, la delincuencia cometida por quienes todavía no tienen 18 años, lejos de disminuir, ha crecido un 8'36% durante 2008. Al parecer, junto a los delitos comunes como el robo con violencia y lesiones en todas sus variantes, han aumentado considerablemente los delitos por drogas y de violencia doméstica, es decir contra sus padres o sus parejas. Por otra parte los menores son convertidos en víctimas cuando se trata de casos como la pornografía infantil y la prostitución de niños y niñas. Sin embargo, el estupor que nos producen estos datos llega a su estado más álgido cuando nos enteramos de la violación de dos niñas, caso de lo acaecido en Huelva y en Córdoba el mes pasado, siendo los acusados menores de edad.

Una vez más los ciudadanos exigen protección y justicia mientras las instituciones públicas no se ponen de acuerdo para adoptar medidas al respecto. Algunas asociaciones de jueces se muestran partidarias de modificar La Ley distinguiendo entre delitos menores y delitos graves, como el asesinato. Otras, creen que la solución no se encuentra en un cambio de las leyes, sino en una mejora de la educación.

Positivamente, las dos opciones podrían plantearse de forma complementaria y no excluyente por cuanto se hace imperioso poner límite a la permisividad que en este momento existe hacia los menores, porque enseñar que nuestros actos tienen consecuencias y que estas son proporcionales al acto cometido forma parte de la educación, pero también hay que ahondar en un asunto tan trascendente y tan reivindicado por la sociedad como es la reforma profunda de nuestro sistema educativo.

Según las directrices de la ONU para la prevención de la delincuencia juvenil se deben inculcar por parte de las familias, las escuelas y la sociedad en general, valores y virtudes de carácter universal fácilmente llevados a la práctica.

Si no recuerdo mal, no hace tanto tiempo en España existían unos valores homólogos a la sociedad en general fundamentados en nuestras raíces cristinas, los cuales, eran trasmitidos en la mayoría de las familias de niveles culturales diferentes o de ámbitos geográficos distintos, y que nos permitían vivir como seres sociales, que no como animales en manada.

Estas normas de uso, como son la solidaridad, el amor humano hacia los demás, la honradez, la libertad individual que termina donde comienza la de otro, el esfuerzo en el trabajo y el estudio, el trato agradable y educado, el respeto a la propiedad ajena, la paciencia, la dignificación de la vida, el cuidado de la naturaleza, y tantas otras cosas más, aprendidas de nuestros padres y hermanos, hacían posible la convivencia pacífica en sociedad. Estas normas de uso, manifestadas ya hace más de 2000 años por Jesús de Nazaret, no son un invento de la progresía de izquierdas, ni del marxismo, ni mucho menos de este gobierno. Son, se pongan como se pongan algunos, nuestra única vía de escape a una sociedad salvaje y cruenta que nos fagocite, son la base donde la democracia se desarrolla y triunfa.

Haber abandonado esta trasmisión de valores de padres a hijos, de profesores a alumnos, de ciudadanos a ciudadanos, supone la vuelta a un pasado en el que la vida de un ser humano carecía de valor y la lucha por la supervivencia dominaba nuestro destino.

Haber dejado ese vacío en la formación de nuestros jóvenes, no está muy claro en pos de qué, hace que sus conciencias sea fácilmente invadidas por la agresividad, la insensibilidad hacia el dolor ajeno, por el egoísmo, por el deseo irrefrenable de poseer lo que no es nuestro, por la avaricia y por tantos otros males que nos afectan hoy en día y que todos ellos juntos arrojan como resultado final, las cifras de delincuencia citadas al principio.

Los distintos gobiernos habidos durante los últimos 20 años han tenido en sus manos la oportunidad de reconducir la infame educación que asola nuestro país y no han hecho nada. La asignatura educación para la ciudadanía es un ejemplo más de oportunidad desperdiciada porque trasmite doctrinas ideológicas identificadas con el gobierno y ciertos sectores de la sociedad, en vez de valores universales de tolerancia y convivencia como aconseja Naciones Unidas. A estas alturas sabemos como hemos llegado hasta aquí, y también sabemos como disminuir los índices de delincuencia de manera sostenible. Conquistemos la determinación de llevarlo a la práctica en el seno de las familias, con buenas leyes y valorando adecuadamente los actos, medidas correccionales y de readaptación.
Elena Domínguez Tejeiro. Periodista

No hay comentarios:

Publicar un comentario